Triste de dar pena,
como el triste vino
que bebemos en las noches,
llena la copa de tristeza ebria
hasta el borde, y más.
Pesadumbre cansina,
insiliada, lenta, a un paso
de la nada, plena tan sólo
de melancólica pena.
Entro a un café y sin pedirla
me la traen los adioses
bailando sobre las mesas,
surcando la manida senda.
Y ya que está aquí
- aunque no la quiera -
me la voy quedando,
tristeza-cola, bebida
sin limón ni hielo,
desabrida tristeza, y sola.
Bebida toda, sin pedirla,
mía hasta el borde, y más,
ebria de tristeza, lenta,
que desabrida baila
detrás de los adioses,
por la indebida senda.
A un paso de la nada
cansada de dar pena.
Cuadro "Copa de vino caída" Mikhail Evstafiev. |
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